El lunes 19 de mayo leí que el Banco Europeo de Inversiones ha ofrecido 150 millones de euros para financiar a las pymes catalanas

Una cifra que, conjuntamente a otros 150 millones que aporta el ICF, permitirá disponer de 300 millones encaminados a que las empresas pequeñas y medianas aborden proyectos de mejora de sus procesos de internacionalización y los de actividades de I+D.

Una cifra significativa que ayudará a afrontar los retos asociados a la mejora de la productividad y de la competitividad asociados a los nuevos desafíos que la globalización, las asimetrías legislativas y de costes, y los progresos técnico científico les presenta. Un conjunto de retos que hacen surgir nuevas oportunidades que deberían ser aprovechados para generar progreso económico y social.

Aprovechar las oportunidades, derivadas de los nuevos desafíos, exige disponer de recursos financieros. Consecuentemente, disponer de los 300 millones a los que hacía referencia es una excelente noticia. Pero maximizar el aprovechamiento de las oportunidades obliga, tal como corroboró un estudio elaborado por el Cercle pel Coneixement en 2007, a asumir y afrontar cuatro retos a nivel del territorio, donde las iniciativas empresariales nacen, se desarrollan, o desde donde se toman las decisiones con independencia de la localización de sus procesos productivos.

El primer reto es el relativo a disponer de una alta dotación de capital humano. Un hecho que obliga a entender la formación como una misión estratégica encaminada a que las personas adquirieran la capacidad intelectual que permite aprender a lo largo de toda la vida.

El segundo es disponer de actuaciones y políticas encaminadas a que las empresas adquieran el volumen necesario. Ya sea por crecimiento propio o con modelos de cooperación para adquirir la capacidad de operar en los mercados globales con productos diferenciales y de valor.

El tercer reto hace referencia a la necesidad de convertir el territorio en modo de progreso gracias al trabajo sincrónico entre la universidad, los centros de investigación y las empresas. Todo ello, en áreas específicas del saber, de tal forma que lo posicionen e integren en las redes de conocimiento e innovación mundial.

En cuarto lugar, se precisa potenciar las políticas encaminadas a preservar la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos, teniendo especial cuidado en el sistema sanitario, el fomento de la cultura, la libertad de elección, el equilibrio medioambiental y las actuaciones que impidan la fractura social y la exclusión del progreso por motivos generacionales, culturales o geográficos.

Ahora que puede reiniciarse la disponibilidad de recursos financieros, debería asumirse que es imprescindible que la Administración facilite y potencie las políticas encaminadas a superar los cuatro retos. Y, a su vez, que las empresas ajusten sus modelos productivos para alcanzar la capacidad de diferenciación de sus productos y los volúmenes de producción propios de las empresas, o grupos empresariales, que operan a nivel global.

Antoni Garrell i Guiu

25.05.2014

Article publicat a Economia Digital