“Los datos evidencian que se ha empezado a crear empleo, aunque este es de baja o media calidad, con una remuneración moderada, con jornadas laborares reducidas y un elevado grado de precariedad”

Hace pocos días la OCDE explicitó el importante aumento de la actividad económica de España, un crecimiento por encima del conjunto de países que la conforman, así como el avance de la competitividad exterior frente a la UE gracias a la mejora de la productividad y la baja inflación (-0,3 la tasa anual hasta julio 2014). Conocimos también que la renta disponible de las familias empezaba a crecer, truncándose la tendencia negativa que se producía desde el 2008, gracias a la ligera mejoría de los salarios, el crecimiento del empleo y el control de la inflación.

Se puede afirmar que los indicadores macroeconómicos indican que, lentamente, se afianza la reactivación económica y se avanza hacia la superación del largo periodo de retroceso y destrucción de capacidad productiva. Pero esta reactivación económica no es capaz ni de generar el volumen de empleo que precisa el Estado español, ni de la calidad que precisa toda economía capaz de garantizar el progreso económico y social de los ciudadanos en su conjunto.

Ciertamente los datos evidencian que se ha empezado a crear empleo, aunque este es de baja o media calidad, con una remuneración moderada, con jornadas laborares reducidas y un elevado grado de precariedad. Aunque la creación de empleo ha permitido que haya menos parados registrados, los datos no puede hacernos olvidar que también hay menos población activa y que un significativo número de personas han emigrado en busca de trabajo. El paro es el gran problema a resolver, ya que sin crear trabajo la crisis social perdurará, aunque el crecimiento económico se consolide.

Hemos de comprender que el desempleo, a menos que se actué con determinación, no disminuirá. Las medidas para disminuirlo deben contemplar la totalidad de población activa sin excluir a ningún colectivo, ni por edad, nivel de formación o género. En este proceso de creación de empleo el sector industrial tiene mucho que aportar, no en vano su capacidad de generar trabajo es notoria siempre que exista una clara y decisiva política industrial.

Es preciso asumir, actuando en consecuencia, la importancia de la industria como factor clave en cuanto a generación de ocupación y afrontar con fortaleza los ciclos de contracción económica y destrucción de ocupación. Los hechos evidencian que los países con una fuerte base industrial son los que históricamente minimizan los problemas asociados a la adversidad en los periodos de contracción económica.

El Estado español y muy especialmente Cataluña, a pesar de la destrucción sufrida en los últimos años, (una destrucción que se inició antes del 2007), sigue disponiendo de un sector industrial significativo, ya que su aportación al PIB se sitúa en el 15,9% en España (cerca el 20% en Cataluña), aporta más de 2 millones de puestos de trabajo, ejecuta casi el 50% de la inversión en I+D total, aporta altos porcentajes de trabajo estable y dispone de remuneraciones superiores a la media del sistema productivo.

La industria manufacturera y la intensiva en conocimiento es, con toda certeza, una palanca a utilizar para la creación de forma intensiva de la ocupación requerida.

Antoni Garrell i Guiu

15.08.2014

Article publicat a Economia Digital