Las exigencias surgidas de las crisis económicas son múltiples y crecientes, manifestándose con fuerza cuando se constata la disponibilidad de menos recursos como consecuencia de la pérdida del ritmo de crecimiento económico, las restricciones crediticias que condicionan las actividades, y los elevados costes de las materias primas y de la energía. Recortar los gastos o recursos consumidos en toda actividad es imprescindible, tanto para preservar el presente como para garantizar el futuro. La disminución de recursos comportar la necesidad de hacer más con menos, lo cual quiere decir buscar la eficiencia, dejar de hacer las cosas que no son requeridas, emplear al máximo las infraestructuras disponibles, rediseñar los productos y servicios surgidos de nuestra actividad, cambiar los procesos y métodos que rigen las actividades. Son momentos que exigen alcanzar aceleradamente la eficiencia, superarse a si mismo, no ignorar las señales de los desafíos embrionarios, ya que es preciso anticiparse a los mismos. Las exigencias sobre los cambios son tan notorias que la necesidad de reinventar lo cotidiano se convierte en una responsabilidad ineludible.
La sociedad necesita nuevos productos acordes con la disminución de los recursos disponibles, las empresas necesitan competir diferenciándose de la competencia, y a la vez ser más competitivos. En este contexto, la responsabilidad del diseño crece de forma directamente proporcional a las dificultades, y es en el diseño donde reside en gran medida la capacidad transformadora de la creación humana.
Es precisamente la capacidad creativa -enraizada en la capacidad humana de observar, analizar y tomar decisiones-, la que permite aportar nuevas soluciones a los problemas existentes o, aún mejor, evitar que surjan los problemas, anticipándonos a los mismos. Sin duda, el proceso creativo entendido como la capacidad de modificar la realidad aportando las soluciones óptimas a los problemas concretos, es una capacidad humana que se desarrolla en un entorno de máxima complejidad, ya que exige tratar paralelamente aspectos ambientales, económicos, sociales, productivos, antropológicos, de sostenibilidad, etc.; una actividad compleja que exige que el proceso creativo sea tratado como el resultado de la aplicación sistemática de una metodología y de una planificación que, sin coartar la libertad de creación, permita el surgimiento de cosas inexistentes que, ajustándose a los requisitos funcionales, incorporan simbióticamente los aspectos formales, estructurales y estéticos, con los valores asociados a los entornes socioculturales de los usuarios.
Conseguir crear productos ex novo requiere, por un lado, que los diseñadores hayan adquirido las capacidades que les permitan superar las barreras externas, ya sean aquellas propias del entorno cultural, ambiental, productivo y económico, y internas o psíquicas, aquellas que surgen de la inseguridad por la falta de conocimientos y habilidades, o de los hábitos adquiridos. Por otro lado, los diseñadores deben conocer las técnicas y conocimientos asociados al proceso creativo, que debe iniciarse con el estudio de los fenómenos o problemas mediante la observación plena, usando la totalidad de los sentidos. Fruto de esa observación sistemática, mediante el proceso deductivo, se podrán identificar los principios y leyes que rigen el fenómeno o problema estudiado a partir de las cuales se podrá proponer la solución óptima.
Superar las barreras, internas y externas, y dominar la metodología permite a los diseñadores, trabajando en equipos heterogéneos y multidisciplinarios, superar los problemas asociados a las técnicas comunicativas, compositivas, cromáticas, de análisis, de evaluación, de reciclaje y de dotación de una nueva vida al producto creado. Un proceso mental complejo que requiere gran capacidad de abstracción y de inhibición a los estímulos sensoriales generadores de filtros distorsionadores. Pero por complejo que sea el trabajo creativo, suele manifestarse con mayor intensidad cuando surge la necesidad de superar dificultades de todo tipo, ya sea las que provienen del entorno cambiante, de los mercados altamente competitivos, globales y sin regularizar, o por la escasez incremental de recursos.
Siendo notoria y evidente la capacidad trasformadora del proceso creativo, es el momento de exprimir nuestra capacidad de invención e innovación, ya que como diría Einstein, el momento exige hacer las cosas de diferente manera, puesto que si las queremos hacer igual no saldremos del túnel.
Antoni Garrell Guiu
10 de abril de 2011.
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