A principios de esta década visité por primera vez Chile, fue un viaje invitado por la universidad chilena UNIACC. Los días que conviví con la comunidad universitaria me permitió descubrir a chilenos procedentes de las diversas regiones de ese largo y estrecho territorio, que mira al océano Pacifico resguardado por la impresionante cordillera Andina, las conversaciones con ellos alejaron el recuerdo de algunas afirmaciones relativas a que los chilenos tendían al fatalismo y a la resignación, y evidenciaron su voluntad de cuestionarse lo cotidiano desde la libertad, su dominio de la tecnología, su abertura al análisis y debate y un profundo sentimiento de colectividad, que permitía trazar un horizonte y aspiraciones comunes, el cual abrazada desde los mineros que trabajaban en el impresionante y rico desierto de Atacama, hasta los pescadores y agricultores de las tierras del Sur.
Diversos viajes posteriores me permitieron conocer sobre el terreno lo que había intuido y establecer lazos de amistad que perduran más allá de la distancia o los silencios que la lejanía impone. Recorrer Chile desde los glaciares al desierto, me permitió mucho más que la simple observación de los maravillosos contrastes geográficos del país, pude constatar el aumento de la calidad de vida tal como indicaban las estadísticas internacionales, lo cual se evidencia tanto por la significativa disminución de la pobreza, que en apenas 20 años pasó del 45% al 15%, como por el aumento de la expectativa de vida que se sitúa en 78 años, del numero de estudiantes universitarios, y de las infraestructuras que atorgan capacidad competitiva, y en especial descubrí la capacidad de compresión de la naturaleza de los habitantes de Punta Arenas y de la Patagonia, la creatividad omnipresente en Valparariso, y la fortaleza de voluntad de la comunidad minera desplegada en Atacama desde la árida Antogafasta.
Desde estas convicciones y criterios sigo con atención las noticias procedentes de Chile percibiéndolos como algo cercano. Con preocupación recibí la noticia del derrumbe de la mina de San José y la desaparición de los 33 mineros en la profundidad del desierto el pasado 5 de agosto. Aunque debo reconocer que desde el primer instante tuve la confianza, de que si habían sobrevivido al accidente, serian encontrados y rescatados. Conocer el pueblo chileno y su determinación, la involucración en el rescate de Codelco, Corporación Nacional del Cobre de Chile, empresa autónoma propiedad del Estado chileno, sin duda una organización con los mejores estándares de seguridad del mundo, con un alto dominio de los avances científicos y con herramientas de alta tecnología usadas en las prospecciones subterráneas justificaban mi convicción.
Encontrar a los mineros con vida a finales de agosto reafirmó la confianza en la capacidad de la minería chilena, pero los 688 m de tierra y roca que los separaban de la superficie, y los meses requeridos para llegar a los mineros teñían el horizonte de enormes dificultades para la capacidad de resistencia de la naturaleza humana. Por ello la precisión y la velocidad era un binomio indispensable.
La puesta en marcha del plan B, usando como guía la conducto efectuado por la sonda que llegó a la zona usada como taller, mediante la perforadora Schramm T-130 diseñada para realizar pozos de hasta 75 centímetros de diámetro y hasta una profundidad de 750 metros, después de los ajustes a sus sistema de perforación efectuados en Antofagasta, permitió aventurar una sensiblemente reducción de los tiempos previstos, inyectando nuevas energías y fuerzas a los ingenieros y especialistas que intervenían en el rescate. Una energía que no ha flaqueado a lo largo de 70 días de duro trabajo.
Muchas serán las lecturas que pueden hacerse de ese mediático rescate, que ha permitido descubrir el Chile democrático que dejo muy atrás la era de privacidad de libertades que sufrió. Un Chile con elevada domino de la tecnológica y con capacidad de cooperar a nivel mundial, pero sin duda, la enseñanza primera que nos ha dejado es la fuerza imparable que surge cuando los ciudadanos aunamos nuestras voluntades y esfuerzos para alcanzar el objetivo, aplicando a la vez para su consecución los avances científicos y capacidades tecnológicas, empeñando a la vez nuestras capacidades, talento, ilusiones esfuerzos y fe inquebrantable en que no hay barreras infranqueables sólo dificultades a superar.
Una enseñanza especialmente importante en épocas de enormes dificultades como la que vivimos. La crisis que nos atenaza, que esconde oportunidades, que inmoviliza actividades, que llena de temores y frena las capacidades de establecer alianzas y asumir riesgos. Pero esos días se ha evidenciado que no hay dificultad o crisis insuperable, si asumimos compromiso y aplicamos la misma receta que el pueblo chileno aplicó para pulverizar los 700 metros de tierra y roca que taponaban el futuro a los 33 mineros. Una enseñanza que no es otra que la fe en las capacidades humanas, el esfuerzo y el trabajo en equipo, precisamente los valores que necesitamos recuperar y aplicar en cada una de nuestras iniciativas. Chile nos ha mostrado el camino, seguirlo es ahora cosa de cada uno de nosotros.
Antoni Garrell Guiu
Presidente del Consejo Asesor ercle per al Coneixement
15 de octubre de 2010.