Hace uINOVACIONnas semanas en el marco del acto de graduación de l’Escola Superior de Disseny ESDi surgió la afirmación “sin innovación nada que hacer”. Hubo  un amplio consenso de la
importancia de la Innovación para competir en los mercados globales y disponer de un sistema productivo robusto capaz de generar trabajo cualificado, estable y bien retribuido, un consenso que también se evidenció respecto a que nuestro país no asume los retos asociados a la innovación, con lo cual las expectativas de seguir siendo un país de low cost se consolidan. Unos días después de la conversación a la que hacía referencia, leí el informe de la Comisión Europea relativo al estado de la innovación, el “European Innovation Scoreboard” que incluye el “Regional Innovation Scoreboard”, correspondiente al 2016. Un conjunto de indicadores que evalúan los puntos fuertes y débiles de los sistemas de innovación de los Estados y regiones, los cuales permiten obtener un análisis comparativo de sus resultados en innovación.

El informe indica que Catalunya es una región europea con un nivel de innovación moderado con una pèrdida respecto 2014 de un 7%. Una situación similar  al resto de áreas de la península Ibérica, a excepción del País Vasco, que presenta un nivel de innovación fuerte, si bien en retroceso, y Extremadura que tiene un nivel de innovación modesto. Un bajo nivel de innovación que se evidencia en que el ‘relative performance level’ de 2015 se sitúa en el 69%, 8 puntos porcentuales menos que en 2008; que en la mayoría de los indicadores España está por debajo de la media de la UE, y que su diferencial con la UE aumenta. Un bajo nivel de innovación, muy alejado del dinamismo de las 32 regiones líderes, la mayoría concentradas en el centro y norte de Europa.

Sin duda la mala posición innovadora pone en evidencia que las diversas Administraciones que configuran el Estado, al igual que una parte significativa de su tejido productivo, no asume la importancia de la innovación y otorga escaso reconocimiento a los investigadores, a la vez que se da poco valor a la investigación aplicada y a la tecnología. En gran medida seguimos instalados en ‘el que inventen los otros’, un hecho que explica, en parte, porque muchos jóvenes preparados deben mirar hacia el norte para encontrar un trabajo de acuerdo a su formación y aspiraciones.

Así pues el European Innovation Scoreboard pone en evidencia la debilidad del sistema productivo y explica como la falta de capacidad innovadora repercute en trabajos de alta precariedad, con salarios desajustados al coste de la vida (en 2015 el déficit de la seguridad social superó los 16.700 millones de euros a pesar de que se crearon medió millón de puestos de trabajo) y altas tasas de pobreza (la del Estado es 6 puntos mayor que la media europea). Unos indicadores que nos dibujan un escenario de futuro preocupante, atendiendo a lo que implica  la sociedad y la industria 4.0.

Un futuro complejo pero que puede ser abordado con determinación si cambiamos de actitud, si adoptamos el ejemplo de Pigmalión y su pasión, porque su escultura tomase vida, que implica que se puede conseguir lo que uno se propone en base a la creencia de que se puede conseguir. Hay que variar las expectativas de futuro, asumiendo confianza y un comportamiento distinto y más propio al de asumir desafíos y superar retos, creyendo en nuestras potencialidades, en la capacidad de nuestro sistema de investigación, en la fuerza de los creativos y el diseño, y en aceptar que innovar es entender que hay oportunidades en las los riesgos y en las dificultades.

Asumir que en el futuro puede ser distinto obliga a entender el potencial de la tradición investigadora de Cataluña y de sus más de 25 mil personas trabajando como investigadores, repartidos en un millar de grupos de investigación, que publican unos 5.000 artículos al año en revistas internacionales, sin duda son una palanca de construcción de progreso ineludible. También la base industrial existente, camino del 20% del PIB y su alta capacidad exportadora, al igual que los centros tecnológicos. Todo ello configura las bases para apoyar un cambio real en cuanto a políticas de innovación. Catalunya tiene todo lo indispensables para innovar, para construir  un modelo productivo que garantice el progreso social. Para ello hay que estudiar y poner solución a los problemas que evidencia el “Regional Innovation Scoreboard”, y de una vez por todas hacer una apuesta real para la transferencia de conocimiento y la innovación igual que se hizo, hace unos años, por la investigación de excelencia. Si se disponen de los elementos requeridos para la innovación, la cuestión es solamente cuanto tardaremos en exigir a los responsables públicos que la  prioricen, cuando nos daremos cuenta que sin innovación no hay competitividad, que sin competitividad no se generan recursos y trabajo y que sin trabajo no hay progreso social ni libertad.

 

Antoni Garrell i Guiu

 

Articulo públicado en Catalan en http://www.viaempresa.cat/