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Acabo de leer las referencias de los actos de cierre de la campaña a las elecciones al Parlamento Europeo del 7 de junio, los protagonistas son el PP y el PSOE, dos partidos que han olvidado la importancia del Parlamento Europeo, y la necesidad de que los ciudadanos otorguen al mismo el reconocimiento que se merece y conozcan el papel, cada vez más significativo, que tiene en el marco de las instituciones europeas. Después se lamentarán de la baja participación, del crecimiento de la desafectación entre la política y la ciudadanía, y no reconocerán que una campaña como la del PSOE centrada nuevamente en agitar el miedo a una victoria del PP, culpándolo de todos los males, y la del PP olvidándose de Europa y priorizando las criticas al gobierno español, no aportan los elementos necesarios para saber las razones por las que les damos la confianza, ni los aspectos de los que tendrán que rendir cuentas a lo largo de su mandato. Afortunadamente en Cataluñaa ICV-EUiA, y especialmente ERC y CiU han centrado el debate y la reflexión en Europa, en particular el candidato Ramon Tremosa que ha sabido explicitar la importancia del Parlamento en muchos de los ámbitos de nuestra cotidianidad, y en particular en los aspectos logísticos y de transporte ferroviario, donde Cataluña se juega mucho de su progreso en el  camino que recorra el corredor ferroviario de la Mediterránea, es decir el trazado de la Vía Augusta o la conexión por el Pirineo Aragonés como otras alternativas proponen.

Unas elecciones también condicionadas por la grave crisis económica actual y en la cual la Comisión Europea, o mejor dicho el presidente Durâo Barroso, estuvo más bien ausente en los momentos más difíciles de la crisis vividos al cuarto trimestre del 2008. La coordinación de la lucha contra la crisis ha sido baja, y la percepción de los ciudadanos es que todo lo han hecho los gobiernos de sus respectivos Estados, los cuales, con políticas diversas y no siempre coincidentes, han protegido sus respectivos ciudadanos. Unos hechos que tendrían que haber obligado a los candidatos a reforzar la tarea de explicar la importancia de Europa, recordándonos que en el Parlamento Europeo se deciden muchas políticas que condicionan las actuaciones de los Estados. Entre ellas la política monetaria y financiera, los tipos de interés, las ayudas al desarrollo, las directivas sobre telecomunicaciones, el mercado de trabajo único, las cuotas pesqueras, agrícolas o ganaderas, las de cohesión y desarrollo económico social y territorial, las de transporte transeuropeo, las energéticas y medioambientales, y muy especialmente las relativas a la construcción de un modelo económico que preserve el bienestar y la calidad de vida; o sea, las políticas de investigación e Innovación.

Sea cuál los mensajes de la campaña electoral, no podemos olvidar que ir en votar es uno ejercicio de responsabilidad y libertad con el cual podemos cambiar no sólo gobiernos, sino dibujar las prioridades de las políticas de los próximos años. Un voto al Parlamento Europeo que lo podemos ejercer casi 375 millones de europeos, representando a casi 500 millones de personas repartidas entre los 27 Estados que configuran la Unión. Algo que impresiona y evidencia la fuerza democrática de la Unión

Un Parlamento que con sus 785 diputados tendrá, a partir de la aplicación del Tratado de Lisboa, más poder de decisión y capacidad legislativa, sin olvidar que elegirá el Presidente de la Comisión e incrementará su capacidad de control.

Europa es importante. Soy de los que estoy convencido que únicamente  recuperaremos el camino del progreso y de la generación de riqueza sí somos capaces de fomentar la capacidad creativa y de innovación innata de los humanos. Este hecho obliga tanto a dedicar más recursos a la investigación al desarrollo, a la innovación, a la educación; como en posibilitar que el resultado del trabajo de los investigadores comporte beneficios perceptibles a los ciudadanos gracias a productos y servicios de alto valor y a la vez generando ocupación; en hacer posible que las pequeñas empresas innovadoras se conviertan en grandes empresas de referencia, y que el talento permita alcanzar incrementos significativos de productividad. Unos desafíos no abordables individualmente,  y que requieren una Europa fuerte, cada vez menos burocrática y más eficiente. Una Europa que se convierta no sólo una palabra en el mapa, sino un sentimiento en el corazón y uno compromiso en la mente.

No todos los ciudadanos tenemos igual visión de Europa, consecuentemente su trascendencia nos obliga a no delegar nuestro voto en los que sí se aproximen a las urnas, el voto es personal e intransferible, y como tal tenemos que ejercerlo para hacer que la Unión sea la Europa que queremos. La Europa que haga posible la prosperidad económica, y que garantice el progreso y el bienestar social harmónicamente son el desarrollo personal.

Mañana es la hora Europa, mañana es un paso más para construir el futuro del que todos tenemos que ser actores, mañana es preciso ejercer la libertad e ir en las urnas para decir votando: soy europeo y Europa es el progreso.

Antoni Garrell i Guiu
6 de junio de 2009 

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