Una nueva campaña electoral ha comenzado, aunque disfrazada de precampaña ya que oficialmente esta se iniciará el próximo 10 de junio, con ella los mensajes que reiteradamente nos enviaran los protagonistas sin otro fin de convencernos que cada uno de ellos son la mejor opción. Se difuminará la frontera entre propaganda, -entendida como actuaciones encaminadas a dar conocer las ideas que rigen las actuaciones sociales, éticas, filosófica o morales- y la publicidad -actuaciones encaminadas a inducir una decisión de compra sin entrar en el trasfondo de los hechos y las cosas -. Se convertirá en objetivo primario verbalizar que todo deseo es posible y explicar las excelencias y ensalzar las cualidades propias intentando debilitar al adversario o agitar el miedo hacia él. Se obviará el requerido debate de las ideas para lograr mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y recuperar la prosperidad en un mundo interdependiente, se intentará esconder los fracasos de los que han sido actores estos últimos meses, mientras el paro no disminuye, la economía se estanca, las oportunidad se desvanecen, la pobreza gana terreno y un 20% de los jóvenes entre 18 y 24 años no siguen estudiando al finalizar la educación obligatoria, la tasa de abandono más alta de la UE según detalla Euroestat.
Iniciamos un nuevo periodo electoral, donde unos y otros son rehenes de los problemas que ellos mismos, directa o indirectamente, han creado, ya sea por no saber evitar las tensiones y los protagonismos en el seno de sus partidos o por responsabilidades políticas no asumidas o por la falta de firmeza frente la corrupción o por haber establecido alianzas electorales con el único fin de maximizar la ley de Hondt, obviando el debate y la no coincidencia en aspectos trascendentales. Pero todos ellos, menospreciando a los ciudadanos identificados con sus planteamientos, focalizaran su mirada en los indecisos y en aquellos que pueden cambiar su voto. Ciudadanos que se mueven en un entorno, donde la estabilidad no está ni se la espera, la confianza con las Instituciones disminuye día a día y los problemas económicos de subsistencia básica siguen creciendo de forma continuada, mientras las políticas para incentivar el empleo no se formulan. La última EPA lo evidencia el explicitar que 1.610.900 de los hogares españoles tienen a todos sus miembros en paro; que el número de parados en España subió, en los 3 primeros meses de 2016, en 11.900 personas llegando a 4.791.400 parados, tasa de paro del 21,00% (en Cataluña el paro bajó en 8.600 personas y la tasa se redujo al 17,4%). Más paro y menos empleo, esta bajó en 52.700 personas, situándose el número de trabajadores en 22.821 millones (en Cataluña el número de personas ocupadas se incrementó en 25.700)
Con este escenario cabe preguntarse si no sería mejor, ya que el 26 de junio es repetir el 20D, afrontar una campaña diferente, renunciar a los eslóganes propios de la publicidad, centrando la campaña, que no es una segunda vuelta, en un debate riguroso sobre el futuro perseguido. Una campaña para dibujar escenarios posibles y cómo asumir los mismos. Desgraciadamente creo que pedir a los partidos políticos que cambien las campañas y renuncien a centrarla como una campaña publicitaria, propia de empresas comerciales, se convierte en un imposible, ya que la unanimidad seria imposible y en consecuencia, si el adversario lo hace uno tampoco puede renunciar al valioso recurso publicitario.
El 26J ya es el hito a alcanzar, se recorrerá un camino, para algunos de sus protagonistas de supervivencia personal, en el que se huirá de la reflexión serena que permite visualizar los resultados de nuestras actuaciones en el futuro y me temo que, evitando el análisis de los errores del pasado, se trabajará para activar la acción reacción, es decir convertir los mensajes en votos, de forma similar a la empleada en publicidad para convertir mensajes en compras. Una publicidad omnipresente que será tratada como imprescindible por todos los partidos, como lo es para toda organización que compite y que su éxito reside en la aceptación de los ciudadanos (consumidores, mercados) de lo que ofrecen. Publicidad que sobrepasa los medios convencionales, normalmente de pago, y llega a las redes sociales, donde la transmisión y propagación de los mensajes es casi gratuita, gracias a ser compartida por próximos o aquellos que comparten el contenido. Una publicidad que, generando entornos virtuales a menudo alejados de la realidad cotidiana, quiere potenciar la credibilidad de quien emite los mensajes, poniendo en duda, a la vez, la de los competidores y en el caso de la publicidad en redes, transmitiendo una imagen de proximidad, inmediatez e interactividad, con la ventaja adicional de poder descubrir las reacciones y sensibilidades de los ciudadanos (clientes), proponiendo cuestiones y recabando opinión.
Lo cierto es que ahora hemos llegado al punto de “volvamos a empezar”, podríamos decir hemos regresado al pasado, y con toda probabilidad con los mismos protagonistas y, con pequeños matices, con los mismos programas. Comienza una campaña, unas elecciones, que nos llevarán a un escenario no alejado del actual, tal como nos indican las encuestas a pesar de que hay que analizarlas con cuidado, ya que se mueven en unos escenarios sin referencias previas y con una ciudadanía cansada de la lejanía del mundo político de los problemas del día a día. Ahora bien, de variaciones en cuanto a número de escaños habrá y aunque quiera disimular unos ganarán y otros perderán. Unos cambios que tendrán, esta vez sí, consecuencias traumáticas para algunos de sus dirigentes, los cuales en ejerció de la lealtad a la ciudadanía, asumiendo todos sus errores, hace semanas deberían haberse retirado dado paso a nuevos liderazgos. No apartarse una vez se ha evidencia la incapacidad de construir alianzas e implantar soluciones es actuar al igual que aquellos que no piensan a largo plazo, que condenan al Estado a aplazar, una y otra vez. enfrentarse a los problemas estructurales y, escuchando las legítimas aspiraciones de los ciudadanos, a vertebrar un futuro más justo, integrador y posible.
Ante estos escenarios, soy de los que creo que es fundamental el rol de los medios de comunicación, de los periodistas. Creo ha llegado la hora de que asuman en plenitud su rol y no caer en la trampa de ser simplemente cadena de transmisión de lo que dicen o afirman los actores políticos en sus declaraciones y mítines. Es preciso hacer periodismo de verdad, aquello que caracteriza a los periodistas de investigación, aquellos que contrastan la información, la contextualizan, acceden a la hemeroteca y la divulgan huyendo de escribir crónicas más propias de un publirreportaje que de una información objetiva y comprometida con la ciudadanía. Un rigor informativo alejado de los tópicos y el titular que aporte a los ciudadanos elementos para analizar, discernir y votar en consecuencia. Creo que ha llegado la hora de actuar, de exigir que se actúe, pensando a largo plazo y no sólo en clave electoral.